lunes, 29 de junio de 2015

EN LA DESPEDIDA DE MANITO SANTANA

Palabras de Isaías Ferreira Medina, leídas por Lavinia del Villar, presidenta del Comité de Historia de Mao, Inc., y tesorera de FUNDHEMAVA (Fundación Héroes y Mártires de Mao y la Provincia Valverde), en la despedida de Manito Santana en el sitio donde se erige el Monumento a los Héroes y Mártires de Mao y la Provincia Valverde. 6/28/2015.

La muerte de Ramón Expedito Santana nos ha afectado a todos sus amigos de manera profunda e indescriptible; por lo singular y sincero que era Manito.

Manito fue su apodo de toda la vida.

Tenía él una de esas personalidades que no pasaba desapercibida en ninguna parte. Donde estaba Manito, había siempre una conversación amena, a veces una discusión animada —hasta el punto de que quien no conociera a los involucrados creyera que se estaban matando—; o un relajo, pues tenía nuestro amigo un sentido del humor como pocos. En la compañía de Manito no había aburrimiento. Hablaba alto; se reía gustoso, a carcajadas sin control, intercalando una o dos palabras jocosas mientras reía; le gustaba la música, romántica sobre todo; era bailarín (quizás el mejor que haya dado Mao) y era un amante (o mejor dicho, fanático), ardiente, apasionado de los deportes. Sabía mucho de pelota, le gustaba discutir, y a veces podía ser terco en sus puntos de vista.

Yo, que en ocasiones llegué a hablar hasta 5 veces en un día por teléfono con Manito, voy a extrañar el "dígame usted, Cabezón" con que respondía mis llamadas; las conversaciones sin fin; el entusiasmo desbordante y contagioso que siempre exhibía y hasta las discusiones que sosteníamos cuando no coincidíamos. Manito no era hombre de quedarse callado si no estaba de acuerdo con alguien, fuera quien fuera. Expresaba las cosas sin ambages. Y si descubría que él no tenía la razón; tenía el coraje de dejártelo saber y hasta pedirte perdón si creía haberte ofendido.

Nuestro amigo era único y deja un vacío difícil de llenar en nuestros corazones. Pero creo que la mejor forma de honrarlo es continuando su obra maestra, la del Monumento a los Héroes y Mártires Maeños y de la provincia Valverde. No hay dudas de que en eso todos estamos de acuerdo. ¡Y EL MONUMENTO VA!

En su despedida, quiero recordarlo con los artistas que siempre le gustaron: Roberto Ledesma y Tito Rodríguez. O dando un pasito a lo Johnny Ventura, como tan bien él sabía darlo. O con una salsita de El Gran Combo. Me resisto a llorar. Nunca lo vi triste. Aunque sé que pasó por pruebas muy grandes.

Nuestro amigo fue un caudal de sinceridad y valores humanos. En su cumpleaños, en el 2011, escribí esto que retrata el valor humano de Manito. Decía yo: "Hace unos meses, después de una larga espera, nuestro amigo recibió noticia de la aprobación para ocupar unos apartamentos reservados a personas que han alcanzado cierta edad (no viejos, eh), pero él la rechazó. ¿La razón? No aceptaban niños y Manito tiene consigo a su nieta y bajo ningún concepto la iba a sacar de su vida. O sea, él pudo muy bien regresarla a su madre, pero prefirió sacrificar parte de su comodidad futura por el futuro de la criaturita que lo necesita hoy, ahora. ¡Eso es integridad!".

Hasta luego, Mella.

Mella era su otro apodo, uno que él disfrutaba y lo llenaba de orgullo, derivado de la dichosa circunstancia de que su fecha de nacimiento (25 de febrero) coincidía con la de uno de nuestros próceres, Ramón Matías Mella.

Siempre te recordaremos Manito-Mella, pero con la alegría, el entusiasmo y el optimismo que te caracterizaron en vida. ¡Nunca tristes!

Mientras tanto, hasta que nos volvamos a topar... "dígame usted, Cabezón".

Isaías Ferreira Medina

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