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lunes, 27 de julio de 2015

ACCIÓN DE LA BARRANQUITA

Por JUAN DE JESÚS REYES
1922

I

Hermano: si ardes en amor acorde
Por esta patria que al deber nos cita,
Oye mi humilde lira monocorde
Ante las tumbas de La Barranquita
Oye la voz de la serena Historia:
Sobre esas tumbas de sangrientos rastros
Se arremolina el viento de la gloria
Y alza su polvo, como un polvo de astros.

Oye; ante ellas las torcaces gimen
Mas, hay ante ellas voces que redimen
Voces de fe, de anhelo, de valor
¡Bajo el divino azul de nuestro cielo
Guarda esas tumbas con perenne celo
El inflexible genio del honor!

II

El sol en el cenit. Hay un ardor
Que las hojas caídas achicharra
Que hace chincharchear a la cigarra,
Trinar con fiebre intensa al ruiseñor.
En un reducto alzando la Bandera
Contra el airado viento del destino,
Un grupo se atrinchera. En el camino,
Al enemigo de la Patria espera.
En noble fuego juvenil ardida
El alma, jura el grupo, que su vida
Ha de ofrecer con cívico ardimiento
Traidor que nunca de amor patrio supo,
Fuerza invasora llevará hasta el grupo
Que aguarda un espectáculo sangriento.

III

Escucha: un generoso adolescente,
Un visionario, arde en santa ira;
Suena la patria libre y grande, mira
Que también es de héroes descendiente.
Manda con brío, caen sus compañeros
Al pie de la Bandera Nacional,
Y él cae por la patria y por sus fueros;
¿Quién es ese héroe?; ¡Es Máximo Cabral!
Cae con honra, el pecho destrozado,
Para vivir la vida de la Historia.
¡No le lloraremos por su eterno exilio!
Está gozando de un eterno idilio.
Con esta novia de su amor: ¡La Gloria!

IV

Un noble héroe de cabellos blancos
Tiene su albergue al pie de la montaña,
Y el predio verde en los amenos flancos
Al frente de la plácida cabaña.
Oye la voz de las descargas; arde
En fuego intenso varonil; se afianza
En la visión de su pasado; avanza
Hacia el reducto, mas sin necio alarde.

¡Vuelva, señor la cara a su cabaña!
Usted ya no resiste una campaña,
Alguien le dice, y habla su ardentía:

Yo combatí de joven a los blancos,
y vengo ahora, desde aquellos flancos,
a la defensa de la Patria mía.

V

Si no resisto, quedaré en la arena
Fecundando la tierra quisqueyana,
La tierra más querida y más galana,
Que llena mi alma y mis amores llena.

Daré un ejemplo a tanto joven fuerte
Que, devorado por el egoísmo,
No se gloría de tener civismo,
No sabe ir a desafiar la muerte,
Dice y avanza, llega, se arma, lucha;
Da voz de aliento, que doquier se escucha
Y cae al fin, entre los héroes muertos,

¡Vedlo yaciente: su expresión es brava;
y cual si hablara con la Patria esclava,
los ojos y los labios tiene abiertos!

VI

Un bravo mozo, que oye atropellada
La voz de la pelea, no distante,
Corre hacia ella, fuerte y arrogante,
Y fue el honor quien le tocó llamada!
Llega, y encuentra casi destrozado
El grupo en que pelea Carlos Daniel,
Y allí dispara incorporado a él,
Allí pelea recio y denodado...
Del general Carlos Daniel escucha
Este grito: ¡Ya sólo me han dejado!
Y le responde: ¡Véame a su lado
Nunca está sólo un patriota en lucha;
Pero, si nuestra voluntad es mucha,
Fuerza mayor nos ha despedazado!

VII

Quien no está muerto, se retuerce herido;
La Bandera, por tierra está abatida,
Pero con óleo del amor ungida,
Porque sangre de héroes la ha teñido.

El Yanki avanza, va ininterrumpido,
Llega, y de asombro palidece, cuando
Aquel escaso número contando
Mide el enorme daño recibido.

Pues de su brava resistencia supo
Conoce que los hombres de ese grupo
Murieron por su Patria y su ideal.

Piadoso acoge la Bandera el suelo,
Y ella, que un astro semejó en el cielo,
Sigue abatida para nuestro mal...

VIII

Intensamente aún, el sol calcina
Y besa, y besa más los héroes muertos.
En cuyos ojos fijos y entreabiertos,
La visión de la Patria se adivina.

El alma en esos ojos imagina
Grabados nuestros ríos, nuestro sol,
La verde palma al pie de la Colina,
El florilegio que es nuestro arrebol,
El iris que fulgura en nuestras lomas,
La torcaz gemebunda, las palomas,
El ágil potro, el sosegado foro,
Lo que esos héroes con fervor amaron,
¡Lo que sus ojos, al morir, copiaron!
¡Toda la Patria, su mayor tesoro!

IX

Muerte de gloria los acoge sabia;
El alma nacional, puesta de hinojos,
Sabe que ellos, de impotente rabia
No tienen una lágrima en los ojos.

Vienen a su encuentro la serena Historia
En nombre del derecho soberano,
Y viene a ellos para darles gloria
El abatido pueblo quisqueyano.
Puesto que honrar supieron su oriflama,
Los nombres de esos mártires la fama,
Pone en su áurea trompa resonante.

Y su sangre, la luz enardecida,
Para darla a lo ciclos de la vida,
Levanta al cielo en un vapor radiante.

X

Cuando se oculte el sol hacia Occidente,
Contando de la Patria las congojas,
Animará el terral las secas hojas
Sobre esas tumbas con rumor doliente.

En torno de ellas, triste, solitaria,
De un viejo cacto, sobre el cirio erguido,
Dará la tierna tórtola un gemido
Con la divina unción de la plegaria.

Quizás algún búho por la pose
Y, centinela del honor, repose
De aquellas tumbas en la Santa Cruz;
O bien, sobre ellas, como cirios vivos,
Pasando los cocuyos fugitivos.
Den el misterio de su blanca luz.

XI

¡Mas no! Que ruja el huracán sobre ellas,
que el relámpago brinde sus reflejos;
fulguren, por doquiera, cerca, lejos
con látigos de fuego las centellas.

¡Es el festín que sueña enardecida
el alma de esos héroes sin venganza!
Es el festín que sueña la esperanza
De un pueblo al ver su libertad perdida
¡Ira del cielo! ¡Ve, desgarra el velo
de tanta negra infamia! ¡Ira del pueblo,
fuerza es que ya sobre la testa vibres
de la moderna Babilonia! En tanto:
para esos héroes un recuerdo santo
¡Dichosos ellos, que murieron libres!

1 comentario:

  1. En mi opinión, esta poesía debía ser de aprendizaje obligatorio en las escuelas y colegios de Mao y recitarla a coro en todos los cursos, al menos, todos los viernes de cada semana.

    Fernan Ferreira.

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