martes, 29 de octubre de 2013

RAFAEL FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ: UN CORONEL QUE SE CASÓ CON LA GLORIA


Mosaico Fernández Domínguez al Panteón Nacional

Por Sergio Reyes II

(A Letty)

Atrincherada en sus muros de piedra y envuelta en la aureola de su ilustre pasado, la ciudad resiste el asedio inmisericorde del grosero invasor, armada hasta los dientes y con una fulgurante dosis de heroísmo incrustada en el pecho de sus aguerridos defensores.

Un sofocante olor a pólvora, continuas descargas de fusilería y frenéticas voces de mando flotando entre la humareda caracterizan la realidad del momento. -Eran tiempos en los que la vida solo tenía sentido si se estaba dispuesto a ofrendársela gustoso a la Patria-.

Desde el parque Rubén Darío, con el furioso rugido del Mar Caribe resonando a sus espaldas, avanza en dirección norte un nutrido grupo de combatientes dispuestos a lavar con su sangre la afrenta que una fracción miserable de malos dominicanos, en conciliábulo con el Imperio del Norte, le había infligido a la Nación.

Cintas rosadas y verdes adornan su brazo izquierdo y en su pecho resuenan con estruendo las vigorosas palabras con las que El Coronel les arengó, antes de partir a la cita puntual con la historia, en el campo de batalla del honor y la gloria.

Les habló, entre otras cosas, de la necesidad de luchar denodadamente en procura del respeto a la Constitución de la República, a la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas y a la voluntad popular expresada de forma libérrima en los comicios de 1962.

Y con el corazón henchido de fervor patriótico avanzaron por la calle Pina, atravesaron el parque Independencia y tomaron la ruta del Palacio Nacional, en cuyas instalaciones se habían aposentado los traidores a la Patria y criminales despiadados de la población.

Era la tardecita de un 19 de Mayo. Un joven Coronel de estricta formación militar y sobradas condiciones cívicas, morales y familiares, encabezaba el avance de los abnegados defensores de nuestra soberanía. Múltiples estrellas orlaban su frente. En mayor cantidad que las que adornaban su uniforme, porque aquellas eran el fruto de la entrega sin dobleces a la causa de los principios, el honor y la dignidad nacional.

Y habiendo llegado el momento del encuentro con el destino, acompañado de otros muchos a los que, como a Él, les sobraba coraje, decisión y voluntad de servirle a (su) pueblo, el hijo de Damajagua cayó, a pocos pasos del Palacio Nacional, ante las descargas alevosas de la sedición entreguista, negadora de la democracia y del derecho de los dominicanos a elegir libremente su destino.

De sobra sabías, Rafa, que “… la victoria siempre acompaña a los decididos”; por ello, te elevaste por encima de las mezquindades y las conveniencias para convertirte en el más efectivo organizador del movimiento militar que procuraba la vuelta a la constitucionalidad dominicana.

Y por ello, Hoy estás aquí, exaltado al Panteón Nacional, el sagrado lugar en donde reposan los restos de los prohombres de la Patria. Y entre nosotros palpita tu espíritu, … respondiendo con la frente en alto, el honor multiplicado y la vergüenza como estandarte, para escuchar el solemne veredicto de la Historia.

La República, simbolizada en ese impoluto lienzo tricolor que cubre tus restos, hace tiempo que te acogió en sus cálidos brazos; y es que, desde el mismo instante aquel de Mayo de 1965 en que te elevaste al recóndito lugar en donde solo habitan los hombres con decoro y honor, tu simiente se amalgamó con la tierra fecunda de la Patria para abonar en los principios la conciencia de todos los dominicanos.


Salve, Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez,
Soldado glorioso de la Patria!!


Dulce et decorum est pro patria mori.

1 comentario:

  1. Si bien sus patrióticas hazañas lo hacen merecedor de tal honor, debemos reconocer el esfuerzo ingente y denodado de su viuda Doña Arlette Fernández para que a su compañero héroe le fuera conferido el puesto ganado en el Panteón Nacional. ¡Con qué tesón, lealtad y convicción trabajó la Dña. en representación de su Rafael Fernández Domínguez, el héroe inmolado! Doña Arlette ciertamente merece una corona de olivo. ¡Enhorabuena, Dña. Arlette!

    Isaías

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