Por Juan de Jesús Reyes
¡Villa de los crepúsculos del rojo de las tunas,
de nácares y perlas, a veces, y otras veces
todos tintes violetas, o todos palideces!
De las nieblas... ¡Oh, villa de mis breves fortunas
y de mis largas bregas! ¡Quisiera ser un río
y darte frescas músicas, vitalidad y arrullo,
o darte el oro nítido de mi luz con orgullo,
si atesora luz el sentimiento mío!
¡Oh, villa que está viendo mis tardes pensativas!
Ayer viste los gozos de mis mañanas vivas
frente a las altas cumbres y hollando tus praderas.
Mañana cuando veas al infinito abiertos
mis ojos, cuando asilo me des entre los muertos,
bríndame de las flores que dan tus primaveras.
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