miércoles, 18 de febrero de 2015

LA BATALLA DE LA BARRANQUITA

Por Manuel Rodríguez Bonilla
Presidente del Comité La Barranquita, Inc.


En la foto algunos de los héroes de la batalla de La Barranquita. De izquierda a derecha, Máximo Muñoz, Francisco (Panchito) Gutiérrez, Demetrio Frías, Enerio Disla y Luis Disla.

Palabras pronunciadas en el acto de ofrendas florales ante el Monumento a los Héroes de La Barranquita, en el Parque Central, el 3 de Julio del año 2004.

El Comité La Barranquita Incorporado fue fundado en el año 1971, hace hoy 33 años. Desde ese día ha mantenido la tea encendida sin dejarla apagar, valorando el trascendental significado histórico de aquel 3 de Julio Heróico. A lo largo de ese período, Mao ha sentido la presenciaa de importantes intelectuales e historiadores, de autoridades nacionales y regionales de los diferentes poderes del Estado, de desfiles militares, de la juventud sana de la Provincia celebrando con fervor patriótico a través de juegos deportivos provinciales el acontecimiento, de artistas y grupos culturales diversos. Hoy día, las personas de cualquier comunidad del país identifican al pueblo de Mao a través de la bélica acción de La Barranquita y asocian a esta Provincia de Valverde como una cuna de héroes y de nobles patriotas.

Es que la Batalla de La Barranquita representa para todos los dominicanos, eso: Un Monumento de Dignidad, una exaltación al patriotismo, un ejemplo del heroísmo… Es así, porque aquello fue la lucha de David contra Goliat. La Barranquita simboliza la resistencia del pueblo y el ejército dominicanos a la violación de nuestra soberanía como Nación por parte de un ejército extranjero.

Como podemos recordar, en 1916, nuestro país vivió un gran vacío de autoridad. Las discusiones e incomprensiones entre los principales líderes dominicanos de la época eran cada vez más profundas. En medio de esa desagradable situaciónn, el poderoso del Norte, los Estados Unidos de América, acechaba la oportunidad para imponer sus designios basados en una política de expansionismo y de control de naciones, principalmente del Caribe.

Con la renuncia del Presidente Juan Isidro Jiménez, producto entre otros factores de la disputa entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo, el 15 de Mayo del 1916 desembarcaron las primeras Tropas Norteamericanas en las proximidades de la Ciudad de Santo Domingo bajo las órdenes del Contralmirante Willian Caperton . Pocos días después lo hacían en San Pedro de Macorís, y el primero de Junio desembarcaron por Puerto Plata y Montecristi. Desde estas dos ciudades del norte se dirigieron a ocupar la ciudad de Santiago, para así controlar los principales puntos de la República Dominicana.

Mientras en la mayoría de estas ciudades la población atónita recibía a los invasores con un silencio de sorpresa e impotencia, en Mao y en pequeñas comunidades del Noroeste, la situación era distinta. Inexplicablemente, las autoridades y las personas del pueblo tenían una clara conciencia de lo que ameritaba hacerse en esas circunstancias difíciles para la Nación Dominicana. La Patria sangraba y los maeños parecían haber recibido el llamado para salir en su defensa. El sacerdote Eliseo Echavarría, el Comandante del puesto militar General Carlos Daniel, el Síndico Don Rafael (Feso) Madera y el Presidente del Ayuntamiento Don Efraín Reyes, todos, desde su diferentes puestos o funciones estaban unidos por el mismo sentimiento y preocupación: La defensa de la Patria mancillada.

Estimulados por el patriotismo y sin tener idea de la magnitud del riesgo, 80 hombres encabezados por el General Carlos Daniel salían desde el de Santa Cruz de Mao a un punto del Camino Real (Vía que comunicaba a las ciudades de Montecristi y Santiago) para esperar y enfrentar a la Tropas de Ocupación. El punto escogido fue el Cerro de La Barranquita, próximo al entonces a los parajes de Guayacanes y Maizal, a unos 6 kilómetros de la ciudad de Mao. Al día siguiente, se les unió el Capitán Máximo Cabral, miembro del Ejército Dominicano, quien fuera dejado libre por el Ministro de Guerra General Desiderio Arias cuando éste llego a Santiago desde Santo Domingo y concluir no combatir a las fuerzas invasoras.

El Coronel Joseph Pendleton, Comandante de la Fuerzas enemigas de Ocupación, salió de Montecristi el 25 de Junio de ese 1916 con 24 oficiales y 837 soldados; es decir, con 867 hombres bajo su mando. Delante venía una Guardia de Avance de Infantes de Marina montados a caballos; luego continuaba un cuerpo principal formado en infantería y artillería, un hospital móvil y tren de provisiones. También traían 24 carretas de mulas, 7 camiones, 2 carretas y un vagón con agua, un tractor arrastrando 4 casas remolques y 11 automóviles marca Ford. Las armas de este poderoso contingente eran cañones de artillería, rifles, ametralladoras y pistolas, entre otras (todas aún desconocidas por la población dominicana), pues, los norteamericanos recién las habían entrenados en Europa durante la Primera Guerra Mundial.. Las armas de los 80 patriotas que esperaban en La Barranquita eran rifles Máuser de uno y seis tiros ¡ Imagínense ustedes ¡ ¿Podrían éstos salir victoriosos militarmente ante un ejército tan numeroso y con armas tan poderosas?

La Batalla se dio. La bravura increíble de estos hombres que hoy recordamos detuvo por un tiempo prolongado a este gran ejército, y en un momento hasta les hizo retroceder. Para que entendamos la extraordinaria acción y el gran valor de estos patriotas, veamos lo que sobre La Batalla de La Barranquita dice el Capitán de las fuerzas invasoras quien estuvo presente en el acontecimiento histórico que hoy recordamos combatiendo contra los nuestros, el señor Sthephen Fuller. El Capitán Fuller escribió junto al señor Graham Cosmas, el libro “Los Marines en la República Dominicana 1916 – 1924”, obra que fue revisada y aprobada por el Museo de Historia de los Estados Unidos. Sobre La Batalla de La Barranquita, este Capitán gringo que hace 88 años peleó contra los nuestros, dice lo siguiente: “El 3 de Julio, en Guayacanes, los insurgentes hicieron su segunda resistencia importante contra las fuerzas del Coronel Pendleton. En ésta, el combate decisivo del avance hacia Santiago, los americanos enfrentaron a un enemigo atrincherado, y una aproximación al través de unos arbustos muy espesos. Esta vez, la artillería no fue capaz de encontrar la posición desde la cual observar y disparar al enemigo, no pudo soportar el ataque, y la infantería y los que operaban las ametralladoras tuvieron que llevar la carga principalmente del combate. Los ametralladores desplegaron una actividad en que se lucieron en una forma muy particular. Arrastraron sus armas marca Colt y Benet-Merciersal a través de las malezas a unas 200 yardas de la línea opuesta (las trincheras enemigas) y les dispararon estallando el fuego concentrado en un esfuerzo por silenciar los rifles de los enemigos. El Cabo Joseph Glowin arregló y se colocó su fusil detrás de una leña que estaba en el suelo, y empezó a disparar hasta que fue herido dos veces, cuando otros infantes de marina, con mucho esfuerzo le arrastraron hasta la guardia para curar sus heridas, y otro infante de marina cuya escopeta se había atascado, le sustituyó. El primer Sargento Roswell Willians, luchando con una pistola Colt que tenía tendencia a atascarse, desde una posición en la que estaba expuesto al peligro, se levantó bajo el fuego, para tratar de quitar el obstáculo de la pistola y mantuvo su arma en acción. Por esta hazaña llegó a ser el primer hombre en el Cuarto Regimiento en obtener la medalla de honor.

Continúan diciendo Fuller y Cosmas que “mientras la infantería de marina y las ametralladoras presionaban el ataque en el frente la Sexta Compañía, bajo el mando del Capitán Julián Smith, un futuro Teniente General, atacó y disparó a las fuerzas rebeldes que se habían deslizado por el flanco de la columna para atacar el sector de las provisiones. Finalmente, el enemigo se dispersó y escapó dejando a los infantes de marina que ya habían tenido un muerto y 10 heridos, en posesión de la trincheras, probándose así la superioridad de la puntería de los fusiles de los Infantes de Marina y del tiroteo de las ametralladoras. Los rebeldes perdieron por lo menos 27 muertos y dejaron 5 prisioneros en las manos de Infantería de la Marina”.

Sólo el valor y el patriotismo elevado a su máxima expresión, podían darle a estos 80 prohombres la fuerza suficiente para enfrentar y resistir con fortaleza a ese ejército de más 800 marines. Los gladiadores de La Barranquita del 1916 demostraron ser unos gigantes dentro de las luchas patrias del pueblo dominicano. Por esto es que afirmamos ante todo el país y el mundo, de que La Barranquita es un Monumento a la Dignidad y al Patriotismo del pueblo y del ejército dominicano.

MUCHAS GRACIAS

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